Bella Ciao

Las corcholatas de Morena y la sucesión presidencial

En todos los países del mundo y en todas las épocas, las sucesiones en el poder son siempre centro de interés. De las monarquías a las repúblicas, de sur a norte y de este a oeste.

En nuestro México se acerca la hora de una sucesión presidencial más, en el verano del año próximo.

En 2018 hubo una insurgencia electoral para llevar a la Presidencia de la República a Andrés Manuel López Obrador, a Morena y a la 4T. El próximo diciembre se cumplirán cinco años de gobierno, por lo que desde ya se debe preparar la sucesión. Tanto del lado del oficialismo, como del lado de la oposición.

Por la parte de Morena, su proceso inició ya con la competencia entre las ‘corcholatas’ de la coalición Juntos Haremos Historia (conformada por Morena, PT y Partido Verde, que tomó el lugar del PES) para obtener el cargo de coordinador(a) nacional de la defensa de la 4T. El método habitual de Morena para seleccionar, posteriormente, a sus precandidatos(as) y luego a sus candidatos(as).

Primero una competencia para saber quién o quiénes están mejor posicionados ante la opinión pública con el fin de que las instancias partidistas pueden emitir criterios de selección para las precandidaturas.

En los países en donde existe la reelección, por ejemplo, en Estados Unidos, en Alemania, en Italia, en Bolivia, en Brasil y en un largo etcétera, una de las posibilidades es que el o la presidenta en turno, o el o la primera ministra, según se trate, busque la reelección.

En México, en donde está prohibida la reelección presidencial, la cosa es distinta. Aquí el cambio es sí o sí, por lo que está garantizado el cambio de forma, aunque no el de fondo, pues eso depende de quién gane las elecciones.

Durante 36 años de neoliberalismo, gobernaron dos partidos distintos, el PRI y el PAN, y no hubo cambios sustanciales en la política pública. Ni se notó el cambio de partido en el gobierno. Todo fue corrupción, nepotismo, privatización, servilismo a intereses extranjeros, etc.

Sin embargo, la llegada de Morena a la Presidencia de la República sí ha significado cambios sustanciales en las políticas públicas.

En la época de la ‘dictablanda’, época de dominio casi absoluto del PRI, en las sucesiones presidenciales prevalecía el tapadísimo, el dedazo y la cargada. En el primer caso, no había una competencia abierta entre los posibles precandidatos, sino que se mantenía al ungido en las sombras, hasta el momento de la cargada. El dedazo significa la decisión unipersonal del presidente en turno para designar a su sucesor. Tal y como hizo Díaz Ordaz para dejar a Echeverría y éste para dejar a López Portillo, el que a su vez dejó a Miguel de la Madrid, el que a su vez dejó a Carlos Salinas de Gortari, hasta la llegada del PAN a la Presidencia de la República con Vicente Fox, el que intentó dejar en su lugar a Santiago Creel, pero fracasó ante la negativa de su propio partido, que se inclinó por Felipe Calderón, el que perdió las elecciones presidenciales de 2006 en contra de López Obrador, lo que llevó a la maquinación del fraude electoral más documentado de la historia.

Una vez que el dedazo decidía sobre el tapado, se daba la indicación a sectores del PRI para que llevaran a cabo el acto conocido como ‘cargada’. En varias ocasiones el destapar al tapado correspondía al líder en turno de la CTM, por lo que en muchas ocasiones le tocó al fallecido Fidel Velázquez.

En esta ocasión, ni habrá tapado, ni dedazo, ni cargada. ¡Era hora!

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