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Estigmatización y violencia digital contra Norma Piña

Las agresiones contra la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia, Norma Piña, por parte del presidente de la República resultan inadmisibles. La acusa de corrupción, de conservadurismo y de promover una ola de resoluciones en contra de su gobierno. El presidente se encuentra en la labor de desprestigiar y denostar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, con el objetivo de amedrentar a los ministros y de sembrar una narrativa cuyo objetivo es la desacreditación de la institución.

Al presidente le sorprende que el poder judicial sea autónomo y que “se mande sólo”. Para López Obrador los poderes que no se someten a sus designios son en automático aliados del conservadurismo y traidores de la voluntad popular. Dice respetar la división de poderes, pero los ataca incesablemente señalándolos un día sí y el otro también. Los dichos del presidente no se acompañan de prueba o evidencia alguna, nacen de su personalísima interpretación moral y de su juicio lapidario, sin necesidad de datos empíricos o pruebas fehacientes.

Esta campaña se nutre de mentiras y ataques a funcionarios y ciudadanos que pueden resultar muy peligrosos. El etiquetar como corrupta a una funcionaria en un espacio de comunicación gubernamental, representa un señalamiento público que promueve la estigmatización social de la funcionaria, convirtiéndola en enemiga del proyecto de la cuarta trasformación, noción que para sus seguidores legitima que se sea blanco de agresiones diversas: si el presidente la insulta y la señala como contraria a su proyecto, entonces está bien el linchamiento público.

Las agresiones verbales y los señalamientos en la mañanera derivan en contenidos digitales de alto nivel de agresión, como el tweet donde una imagen de la ministra Piña es acompañada por la de una bala y la frase La solución. La violencia digital no se da aislada, surge de un contexto en donde determinados actores de la vida pública son señalados y como dice López Obrador “lampareados” para que la gente sepa puntualmente quienes son sus adversarios.

Este señalamiento matutino constituye una hoja de ruta para políticos de Morena y otros seguidores del presidente, que sin mayor análisis compran versiones y narrativas por el sólo hecho de provenir de la boca del presidente. La narrativa del ejecutivo, puesta a circular desde la mañanera, continúa a lo largo del día a través de declaraciones emitidas por el coro presidencial en medios convencionales y redes sociales, constituyendo el segundo nivel de agresión a los señalados. El tercer nivel lo aportan simpatizantes orgánicos del presidente, que armados con el argumentario morenista se hacen presentes en redes sociales. La última envestida proviene de trolls y bots que perpetúan la agresión y la multiplican.

A esto modelo de agresión se agrega la interpelación pública, ya sea a través de miembros de Morena que gritan y vociferan en eventos públicos agrediendo verbalmente a los señalados, o por activistas al servicio de la cuarta transformación como Mercy Klug, quien realizó un performance en la entrada de la Suprema Corte de Justicia para agredir a la magistrada Norma Piña.

La violencia verbal del presidente debe cesar. La cultura de la paz debe imponerse sobre la polarización y la agresión a funcionarios públicos, órganos autónomos y al poder judicial. La violencia digital puede ser preámbulo de violencias directas y agresiones físicas. Es indispensable romper con el esquema de estigmatización que propone mañana a mañana el presidente.

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