La moda y la política

Gran polémica causó la entrevista a Olena Zelenska, esposa del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en la revista Vogue. La sesión fotográfica ha llamado poderosamente la atención, pues muestra a la primera dama posando en locaciones como las ruinas del aeropuerto de Kiev y en la residencia oficial, donde se pueden ver bolsas de arena y militares resguardado el lugar.
Lo que aparentemente pretendía ser una acción comunicativa destinada a mantener a la guerra de Ucrania vigente en la opinión pública, resultó un intento fallido que despertó indignación y todo tipo de críticas en redes sociales. Tanto la entrevista como las fotos que la acompañan, frivolizan la guerra y banalizan el conflicto. El mero hecho de aparecer en una revista definida por el glamour, la moda y el lujo como estilo de vida, resulta contradictorio, ajeno al drama que Ucrania y su población viven desde la invasión rusa. No existe una justificación válida para legitimar una acción de comunicación gubernamental evidentemente torpe y por demás irresponsable.
El medio es el mensaje, decía Marshall McLuhan, visionario y lúcido analista de los medios y de la comunicación masiva. No importa qué se intentaba, ni el frame con el que se pretendiera presentar la entrevista, el mero hecho de aparecer en Vogue desacredita cualquier objetivo y buena intención, pues la guerra como narrativa, y peor aún como realidad, se encuentra en el otro extremo de la alta costura y el diseño de modas.
Si bien es cierto, Zelenski había llevado a cabo una comunicación de crisis efectiva que había merecido elogios y despertada admiración, en esta oportunidad se deja seducir por el brillo de la farándula y el prestigio de Vogue, revista líder en el campo de la moda a nivel mundial.
Las fotos de la reconocida fotógrafa Annie Leibovitz, mantienen esa estética tan propia de la industria de la moda; se acerca a la tragedia sin empatía ni respeto, más para ver qué puede obtener de ella que para ayudar a las víctimas o denunciar la injusticia o la crisis humanitaria. Las fotos utilizan la guerra como escenografía, como un sustituido dramático y espectacular de la pasarela, promoviendo el mensaje de que la moda importa, aún en las situaciones más extremas.
La capacidad de seducción que las revistas de moda, espectáculos o sociales tienen sobre la clase política es de llamar la atención. El poder de sus portadas, la cuidada producción y la sofisticación que parecen bridar, resulta irresistible tanto para políticos como para políticas, sin importar la polémica o las críticas que puedan recibir por aparecer en sus páginas. Revistas como Quién, Central, Vanity Fair o la revista Hola, por ejemplo, han metido en problemas a más de un funcionario al aparecer en situaciones que revelan su estilo de vida o poder económico. A pesar de los altos riesgos, ya sea por vanidad o por interés comercial, los políticos participan de este juego mediático, que puede agradar a ciertas audiencias pero que, sin duda, resulta ofensivo para los ciudadanos que no gustan de la política espectáculo.