La vuelta del Index

El más reciente 24 de marzo se cumplieron 459 años de que la autoridad pontificia instituyó el Índice de Libros Prohibidos (Index Librorum Prohibitorum, más conocido como Índex) que produjo 40 ediciones para enlistar las obras que la autoridad eclesiástica, investida por sí misma de facultades para imponer la censura, consideró “heréticas, inmorales o perniciosas para la fe” y que, por tanto, los católicos tenían prohibido leer. Estuvo en vigor hasta 1966 cuando creó Paulo VI la Congregación para la Doctrina de la Fe en el sitio que antes ocupó el Santo Oficio.
Al lado de Copérnico, Giordano Bruno, Marx y Nietzsche, escritores como Balzac, André Gide y Jean Paul Sartre, formaron parte de este singular listado que acumuló 4 mil títulos, y en cuyo origen se propuso contener el efecto de dos procesos irreversibles: la masificación en la propagación de ideas que permitió la imprenta y el fin del monopolio de la interpretación, como consecuencia de las doctrinas protestantes y los vientos modernos.
Viene esto a cuento por noticias divulgadas recientemente, que confirman que “lo nuevo es lo viejo que viene de regreso”. La primera noticia da cuenta de cómo el libro titulado No soy tu perfecta hija mexicana, de Erika L. Sánchez, natural de Illinois y de raíz mexicana, fue incluido en la lista de libros censurados en las escuelas de Estados Unidos. El rechazo a su obra tiene que ver con la negativa a reconocer que la cultura norteamericana “se estableció de manera muy violenta”, que incluye el exterminio de indígenas y el rechazo de los migrantes.
La segunda noticia es que las solicitudes de censura contra libros han alcanzado, en Estados Unidos, cifras de escándalo. En 2020, el número de libros impugnados acumuló 156 (el más denunciado trata sobre una niña trans), que para el año siguiente se disparó hasta llegar a 713. En 2022, el número de títulos brincó a 2 mil 571, cifra récord desde 2003, cuando comenzó a ser sistematizada esta información. Entre los temas objeto de censura están el racismo, la sexualidad, el género y la historia. “El sistema en que vivimos es racista y capitalista [y] depende de nuestra ignorancia para seguir con las injusticias”.
Aquí lo novedoso es que la demanda de censura no proviene de una institución religiosa tradicional, sino de “una minoría ruidosa” formada por responsables de centros escolares y organizaciones de padres de extrema derecha animados por la idea de frenar el “adoctrinamiento de los niños hacia una ideología peligrosa” y de izquierda. Atizado esto último por una tendencia, en el vecino del norte y en Europa, a la judicialización de la libertad de expresión, uno de cuyos alcances es la intimidación (‘chilling effect’), que busca que artistas y autores se autocensuren para evitar la monserga de los tribunales.
Está de regreso el Índex.