Los dos juicios de García Luna

Dos juicios enfrenta Genaro García Luna en una fría corte de Nueva York: uno legal y otro político. En el primero, doce jurados definirán si el secretario de Seguridad Pública conspiró para introducir cocaína a los Estados Unidos; en el político, se definirá la legitimidad de la guerra contra las drogas que comenzó en 2006 con el sexenio de Felipe Calderón.
En el juicio de la opinión pública, es decir, el político, se pone a prueba el mito fundacional de la guerra contra el narco lanzada por Felipe Calderón y cuyo principal estratega fue precisamente el hoy acusado.
Aquí, más que el veredicto, lo que está en juego es la legitimidad de dicha política pública en seguridad, en la cual, el gobierno estadunidense no es ajeno.
En lo político, se repiten los argumentos de la defensa de García Luna en el sentido de que no hay ningún video, audio o documento que prueben que es culpable, como sí los hubo en el juicio al Chapo Guzmán en la misma Nueva York. Aunque olvidan que, en el sistema judicial norteamericano, los testimonios suelen ser parte fundamental en las acusaciones.
¿Por qué tanto interés en “limpiar” a García Luna? No es tanto defenderlo a él sino al proyecto político que estuvo encabezado por Felipe Calderón y que hundió a México en una masacre institucional.
Si García Luna es señalado como inocente sería una victoria pírrica ante la opinión pública mexicana para seguir con el argumento de la inevitabilidad de la guerra contra los cárteles y que no había otra forma de hacerlo más que la militar.
Por otra parte, el gobierno de López Obrador ansía que García Luna sea señalado como culpable para continuar la retórica anticalderonista y seguir responsabilizando al Viejo Régimen de la violencia que persiste y, de paso, reforzar el mito fundacional del Obradorismo, el cual es el presunto fraude electoral del 2006.
Ajenos a la batalla discursiva de la política mexicana, se prevé que este martes los doce integrantes de la fría corte en Nueva York tras haber valorado los testimonios de expolicías mexicanos, un agente de la DEA y de excapos del crimen organizado y que más allá del veredicto, lo que se ha mostrado es que México es un país invadido por el cáncer de la corrupción al más alto nivel y que la violencia vivida es sólo una consecuencia.
Y la más grande pregunta, además de que, si el presidente Calderón estaba enterado de lo que hacía su estratega en Seguridad, es si este nivel de corrupción terminó o continúa. Esa putrefacción política rebasa las fronteras ideológicas del mapa político mexicano, y, por tanto, puede perdurar pese al cambio de gobierno; sólo así se explicaría porque no vemos una disminución de los índices de violencia a 5 años del cambio de gobierno.
Sea cual sea el veredicto, lo que se ha retratado es un México como país derruido y dos facciones que pelean por sus escombros.