La Decena trágica

Porfirio Díaz Mori fue presidente en el primer periodo de gobierno del 5 de mayo de 1877 al 30 de noviembre de 1880.
Para llegar al poder, Porfirio Díaz utilizó la misma causa que haría que terminara su dictadura -la reelección-, durante la Revolución de Tuxtepec contra el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada.
Y el lema de su candidatura: “que ningún mexicano se perpetúe en el poder y esta será la última revolución”.
Del 1 de diciembre de 1880 al 30 de noviembre de 1884, fue presidente de México su compadre Manuel González Flores y Porfirio Diaz regresó a la Presidencia de la República. Para perpetuarse en el poder, Díaz modificó la Constitución el 21 de octubre de 1887.
“El presidente podrá ser reelecto para el periodo constitucional siguiente…
y se religió seis veces que abarcan del 1 de diciembre de 1884 al 21 de mayo de 1911.
Conforme a los Tratados de Ciudad Juárez, firmados el 21 de mayo de 1911, Porfirio Díaz renunció y se pactó el desarme de los revolucionarios. Y de acuerdo con la Constitución vigente, el secretario de Relaciones Exteriores, Francisco León de la Barra, asumió la presidencia interina para pacificar al país y convocar a elecciones generales.
El 6 de noviembre de 1911, León de la Barra entregó el gobierno a Francisco I. Madero.
México empezaba con Madero el camino a la democracia, concebida como un régimen de libertades individuales y que los ciudadanos eligieran a sus gobernantes mediante votos libremente emitidos.
El gobierno fue de quince meses en los que hubo cuatro rebeliones armadas: las de Bernardo Reyes, Félix Díaz, Pascual Orozco y Emiliano Zapata, además se enfrentó a la crítica implacable de la prensa, que en su mayoría seguía siendo porfirista; el descontento de los hacendados y empresarios que veían amenazados sus privilegios ante las iniciativas agrarias y laborales de la nueva administración y la actitud desestabilizadora del embajador de Estados Unidos, Henry Lane Wilson. Todos estos elementos se sumaron al clima golpista.
En la madrugada del 9 de febrero de 1913, los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruíz, encabezaron una revuelta con el fin de derrocar al presidente Madero.
Cuando Francisco I. Madero se enteró, salió del Castillo de Chapultepec escoltado por los cadetes del H. Colegio Militar y se dirigió al Palacio Nacional en una acción conocida como Marcha de la Lealtad.
El 18 de febrero, el golpe de Estado triunfó definitivamente. Ese día fueron aprehendidos en Palacio Nacional Francisco I. Madero y José María Pino Suárez.
Ante la situación, y con el fin no llevar al pueblo a un enfrentamiento armado, Madero y Pino Suárez renunciaron a sus cargos, tenían la promesa del general Aureliano Blanquet de que se respetarían sus vidas, pero dio órdenes para que la noche del 22 al 23 de febrero, Francisco Cárdenas y Rafael Pimienta trasladaran a Madero y a Pino Suárez a la Penitenciaría de Lecumberri, quienes durante el trayecto fueron obligados a bajar, un partidario de Félix Díaz, con un grupo de gendarmes, aparentó un ataque a los automóviles donde viajaban los prisioneros, siendo asesinados arteramente por el mayor de las fuerzas rurales, Francisco Cárdenas detrás de la Penitenciaría, por orden de Victoriano Huerta.
En los diez días se calcula que murieron seis mil personas y dejó daños a edificios, casas y monumentos, entre ellos el Reloj Chino en el cruce de la calle de Bucareli y Atenas.
El reloj fue traído de China en el barco de vapor Esperanza, su recorrido duró siete meses, arribando al puerto de Acapulco el 26 de agosto de 1910. Tres días después fue entregado por Chong Yin Tong, embajador especial para las fiestas del centenario.
Y los nostálgicos creen que la primera derrota de la Revolución mexicana fue el asesinato de Francisco I. Madero.
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