7 de junio

El jueves 7 de junio de 1951 el restaurante Grillón de la ciudad de México fue el escenario que eligieron José García Valseca, Rómulo O’Farrill y Martín Luis Guzmán para el banquete “de agradecimiento” al presidente Miguel Alemán “por hacer posible el ejercicio de la libertad de prensa”. Según lo describió el propio Martín Luis Guzmán, entonces director de la revista Tiempo, el acontecimiento no era cualquier cosa: “Por primera vez en México, desde que la Revolución hizo posible la franca espontaneidad del apoyo popular al poder, los periodistas de todo el país se reunieron a rendir homenaje a un presidente de la República”.
Quedaba sellada así la identidad entre prensa y poder. Para salud de la República esa identidad no sería eterna y con el tiempo la conmemoración del 7 de junio ha ido cambiando de sentido. Casi una década después del estallido estudiantil del 68, la prensa pagó su cuota de sacrificio para dejar de ser un cuerpo monolítico y abrir un nuevo surco en el mercado informativo. Una nueva prensa para una nueva sociedad mexicana: crítica, plural, investigadora, vigilante del poder y demandante de participación.
Tras el aún no aclarado asesinato de Manuel Buendía —ocurrido el 30 de mayo de 1984— un buen sector de periodismo mexicano canceló definitivamente su participación en el banquete del 7 de junio y a cambio —y desde luego en oposición al Premio Nacional de Periodismo, que otorga cada año la presidencia de la República— instituyó, junto con varias universidades, el Premio Manuel Buendía.
En 1989, por cierto, la Universidad Autónoma de Querétaro sirvió de escenario para la entrega del premio al cartonista Rogelio Naranjo.
Para bien del país, no sólo se tomó conciencia de la insana subordinación de la prensa con el poder; sino que los periodistas han desarrollado oportunas reflexiones sobre su papel en el desarrollo político y cultural.
Descubrieron un día que la moneda de la libertad de expresión tenía otra cara: el derecho a la información, cuyo camino aun es árido y tortuoso, y tiene reservado para los periodistas tareas riesgosas.
Hoy, cuando sigue siendo dominante la conmemoración del 7 de junio, Tribuna Universitaria quiere decirles a sus lectores que la libertad de expresión sólo existe en la medida que se convierte en un ejercicio.
Y quiere decir a sus lectores que la libertad de expresión está coja si no se le complementa con el ejercicio cotidiano del derecho a la información.
Los periodistas deben buscar, remover, investigar hechos, y los encargados de conducir las instituciones públicas están obligados a permitir el acceso a los datos, a las cuentas, a la información relativa a la marcha del país y de la entidad.
Propongámonos una celebración completa. Que se consolide la libertad de expresión y que periodistas e instituciones entiendan que no se trata de una concesión o prerrogativa de reporteros, sino de un derecho ciudadano y una obligación de Estado.