Lo tocó Dios

Como cada lunes en el templo de la Santa Cruz se lleva a cabo la oración carismática que reúne gente de todas las clases sociales y económicas, de la ciudad y pueblos circunvecinos, a donde asiste gente de todas las edades.
Esta clase de oración, casi a gritos, desconocida para muchos, llamada oración en lenguas, va subiendo de intensidad con aplausos y cantos de alabanza, participan todos los presentes.
Tiene por objeto dar gracias a Dios por milagros o favores recibidos o bien para pedir por la salud de los asistentes y sus familias.
Desde muy temprano la gente empezó a llegar a la iglesia, algunas personas traían consigo sillas de doblar o banquitos, ya que esta celebración se llena hasta el tope.
A las 4:30 de la tarde, las bancas de la iglesia estaban todas ocupadas, un fuerte olor a incienso reinaba en el ambiente, el coro formado en su mayoría por jóvenes, ya estaba acomodado a un lado del altar mayor.
Por ahí en un rincón apenas si se dejaba ver a un anciano que, sentado en un banquito de madera, rezaba fervoroso con un rosario entre sus manos. También se observaban señoras que vestían ropa muy fina y elegante mientras que otros vestían muy sencillo.
Alguien que no podía pasar desapercibido, era un chico de aspecto banda, alto, delgado, de unos 19 o 20 años de edad; tenía una mirada profunda y reflejaba en sus grandes ojos negros una gran tristeza, claro, el chavo vestía completamente de color negro, desde su playera de estampado rockero, la cual mostraba el rostro de Jim Morrison, hasta sus zapatos tanques ya gastados por el tiempo. Parecía estar tan ensimismado que no se daba cuenta de estar rodeado de tanta gente.
A las 5:00 p.m. la iglesia estaba tan llena que parecía reventar, había más personas de pie que los que alcanzaron banca para sentarse.
Los asistentes estaban tan juntos que volteaban a un lado y se encontraban con rostros de tristeza, dolor, angustia y algunos reflejaban alegría.
El guía de la oración salió de la villa lateral al altar, vestía ropa casual y empezó a hablar sobre la misericordia de Cristo. El chico banda se mostraba desubicado, como si no se sintiera en su ambiente.
Al terminar el canto, el orador comenzó un diálogo con cinco personas que estaban cerca del altar; el chico parecía querer preguntar qué era ese tipo de oración, pero no se atrevía.
De repente, llegó una persona muy enferma de cáncer y la sentaron al frente del altar. El guía dijo que todos iban a orar por ella y se acercó colocar las manos sobre su cabeza. También las cinco personas que estaban cerca del altar la rodearon, colocando sus manos sobre sus hombros y empezaron a orar en voz alta, casi a gritos.
El muchacho denotaba estar impresionado o desconcertado, como pensando ¿en dónde me metí? su rostro en esos momentos era de asombro. El ambiente estaba pesado, se confundía el olor a incienso con tufos de sudor y otros olores. La iglesia retumbaba con los cantos “Él vive, vive, vive” y el eco de las oraciones.
De pronto se le acercaron al chavo dos mujeres y un hombre, y le preguntaron ¿es la primera vez que vienes? ¿tienes algún problema? ¿Quieres que oremos por ti? Simplemente contestó con un lacónico sí.
Su reacción fue de asombro, como diciendo ¿por qué a mí?, y con una voz apenas audible dijo: tengo mucho odio y rencor; al decir esto, una de las mujeres le hizo una expresión de cariño apoyando su mano sobre su hombro; él, nervioso, empezó a secarse en su pantalón las manos sudadas; las tres personas lo tomaron de las manos y una de las mujeres le puso las manos en la cabeza. El bajó la vista. Mientras ellos oraban, parecía querer participar, pero tal vez no se acordaba ni del Padre Nuestro, esto porque apenas decía algo y después ya no sabía cómo seguir. La oración subía de intensidad, para estos momentos ya era casi a gritos. El joven comenzó a sudar y agitado dijo: “ayúdame señor”, y de sus ojos escurrieron lágrimas que corrían por sus mejillas sin que él intentara detenerlas o limpiarlas, pero ahora se encontraba con un semblante muy distinto del que tenía cuando llegó.
La oración fue bajando de intensidad y terminaron con un Ave María, en eso todos cantaron “sáname señor, sáname señor” y una de las mujeres dijo. “lo tocó Dios”.
A las 8:00 P.M. la oración terminó, el chavo salió de la iglesia ensimismado pero con un rostro de tranquilidad, como si respirara otro aire.