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Mujeres de distintos lugares

Desde el fusionar la maternidad con su trabajo, a vivir la felicidad o la violencia de género, son anécdotas que forman parte de la vida de muchas mujeres en México. En la vía pública, en una frutería y en un puesto de comida en una universidad, tres de ellas cuentan sus historias.

“Doña Lolos”, sazón libre de machismo

En la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), en las fronteras del edificio B, un aroma a chile, guisado y tortilla dorada se asoma entre la fila de personas que rondan un puesto. Entre las cabezas, está Carolina Cruz Lara y su familia al mando del puesto de ‘lolos’ (una especie de tamal alargado y crujiente)  y tacos de canasta.

Carolina mejor conocida como “Doña Lolos”, apodo que le fue otorgado por su platillo estrella, es una mujer respetada y admirada por sus hijos  y el cuerpo académico de la UAQ. Desde Santa María Magdalena, la frontera queretana con Guanajuato, viaja con su comida sellada y su equipo gastronómico para alimentar a todos los paladares de la institución educativa, la cual es su “segundo hogar”.

Para Jorge, su madre es un ejemplo a seguir: “a pesar de las adversidades y de las cosas que ha vivido, siempre sale adelante. Siempre ve el lado positivo de las cosas”.

Carolina empezó con ventas diarias de 50 tacos de canasta, hace 26 años, y ahora surte una mayor variedad de antojitos mexicanos en la FCPyS y en la Facultad de Lenguas y Letras del campus aeropuerto, “a sudor de ella y de sus esfuerzos”, expresó su hijo.

Una mujer libre del machismo e ideales conservadores, inculcó la pasión por la cocina a sus hijos de forma paritaria. “Tenían unos dos años, yo me los llevaba y ellos me veían”, recordó las primeras veces que era acompañada al trabajo por sus hijos.

Es así como, tanto varones como mujeres, inspirados por el esfuerzo y la dedicación de su madre, siguen sus pasos. Los ingredientes en la cocina y educación de Carolina siempre han sido el optimismo y el amor; nunca adereza con machismo ni prejuicios o estereotipos sobre los roles de género. “No somos así en la familia, siempre recibo apoyo de Jorge y de mi esposo”, indicó.

Alejandra, tejer por el arte y la unión

En el Andador 5 de Mayo del centro, que se fríe bajo los rayos de un sol abrasador de marzo, destaca la falda azulada y cuidadosamente planchada de una mujer originaria de San Ildefonso, Amealco. Bajo el sombrero y entre trenzas adornadas con listones, al estilo de su arte, se ve el rostro de Alejandra, sonriente y amigable.

Artesana desde los nueve años, Alejandra yace de pie, como sus muñecas Leles y muñecos Panchos reposados en una manta, en el suelo hirviente del andador. Comercializa su arte, 22 años después de haber aprendido la elaboración de artesanías tejidas a mano de su fémina ídola, su abuela.

En su manta, hay una Lele para todo tipo de gustos y tamaños. A Alejandra le toma una semana confeccionar tres muñecas del mismo tamaño, sin embargo, hay algunas que toman mayor tiempo por los detalles, por ejemplo, la Lele de Día de muertos.

Y así como detalla con esmero sus creaciones artesanales, también detalló las inconformidades a las que se enfrenta no solo por el hecho de ser mujer, también por ser persona de origen hñäñu e intentar comercializar su arte en espacios públicos.

Lamentó la discriminación que la acompaña a todos los rincones del municipio de Querétaro, que la ejercen los inspectores y demás autoridades gubernamentales. “Es algo que vemos todos los días, ya no es de que ‘hoy sí’ o ‘a veces’. Hasta nos dicen ‘Marías’ o nos dicen ‘indias’; o, por ejemplo, no nos dejan sentarnos en el piso porque nos vemos muy mal”, además de que les niegan tomar asiento en las bancas públicas.

Asimismo, ha sido testigo y víctima de la violencia de género por parte de esas mismas autoridades. “Siempre se la agarran contra nosotras, a lo mejor porque saben que los hombres se pueden defender […] hemos recibido maltrato hasta de acoso”.

Alejandra también es madre de dos hijos: uno de seis y otro de cuatro. Los pequeños compartían el espacio con ella, pero, por el clima extremo y desde que ha recibido amenazas de los inspectores, ha decidido resguardarlos en su natal San Ildefonso. “Siempre nos amenazan con que se los van a llevar al DIF [Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia]”.

Pese a las dificultades, la artesana sigue. Tejedora de mantas, faldas y muñecas Lele, también sabe tejer redes con otras mujeres de Amealco, artesanas y vendedoras en la vía pública, con quienes mantiene constante apoyo y comunicación para permanecer protegidas entre todas.

Elvia, la maternidad nadie se la quita

Los brazos en el aire, una mano en la báscula y otra en una bolsa de donde saca una coliflor, Elvia fija sus ojos negros en su cliente, le sonríe y le saluda en una voz sutil. Detrás del mostrador de una de las fruterías de la calle Hidalgo, hay una mujer de valentía, que conoce el valor del respeto y la maternidad.

Desde su etapa de la niñez, en Toluca, Estado de México, su cuna, ha soñado con tener su propia frutería. El sueño lo vive ahora, en Querétaro, pero es un sueño con algunas pesadillas dentro de sí.

Elvia no solo cuida frutas y verduras, también cuida de dos menores, quienes son sus hijos y que a veces la acompañan en el trabajo, igual que como solía suceder con Alejandra. Lamentablemente, no le falta la clientela que se sobrepasa con sus criaturas.

Primero, a uno de sus dos hijos un cliente que Elvia conoce por no gustar de las infancias, lo intentó agredir por verlo jugar en el local. “Prefiero perderlo como cliente […] ese día sí le dije ‘bueno, si no le gusta, pues lo siento, es parte de y soy su mamá’”, relató.

El maltrato no acaba ahí. La madre ha visto cómo sus clientes abollan, tiran, aplastan o rasguñan su mercancía. Las papas, las fresas y las manzanas han sido las más afectadas. “No nada más es para mí, sino para los demás [clientes] que vienen; entonces, es un respeto mutuo”.

Y así como ella reclama respeto, hay personas que “vienen en sus cinco minutos” y se disgustan porque ella exige sus derechos. “Siempre he dicho que, ante todo, es el respeto. A pesar de que tú estás aquí detrás de un mostrador, brindándoles el servicio, no por ello tienen que faltar al respeto”.

El sueño sin pesadillas sería, para ella, ser dueña de una frutería en donde se le permita pasar más tiempo con sus hijos, y la cual también sea un espacio seguro para estos y para que ella disfrute plenamente su maternidad.


Elvia, al igual que Carolina “Doña Lolos” y Alejandra, goza del apoyo familiar de su esposo y demás seres queridos, quienes le ayudan a cuidar a sus hijos o a su preciada mercancía.

Las tres mujeres comparten características en común. Sus trabajos representan desafíos y tragos amargos, pero también esfuerzo y orgullo. Cada día celebran el ser mujeres, su fortaleza y su capacidad por cambiar a la sociedad. Y así como ellas, hay más mujeres cuyas voces no serán apagadas y que atravesarán las barreras del tiempo y del espacio.

Cecilia Gabriela Velázquez

Estudiante de la Licenciatura en Comunicación y Periodismo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Querétaro. 23 años; amante del rock clásico.

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