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Humanizar vs el agravio 7 de la Ley de Humanidades, Ciencias y Tecnologías

El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, mejor conocido como Conacyt, administró los recursos sobre ciencia y tecnología, incluidas las becas de estudiantes y las de investigadorxs. Luego, en 2018, los tiempos políticos aparentemente cambiaron, así como las cabezas del Consejo.

Antes, tuvimos a un Enrique Cabrero con credenciales que describen una lógica del mercado. Ahora tenemos a Elena Álvarez-Buylla, quién denuncia la existencia de una ciencia neoliberal que debe ser erradicada. El CV y discurso, de uno y otra, describen lo que les parece importante financiar y que se traduce en programas a los que se destinan los recursos públicos.

Para asomarnos en sus ideologías, observemos al pasado, con el extinto Programa de Estímulos a la Innovación que manejó mucho dinero y posiblemente no impactó de manera directa en la vida o la economía del ciudadano de a pie. En el presente, la orientación del presupuesto tendrá prioridad en lo que se considere estratégico para el país, supuestamente con “identificación pertinente y oportuna que haga de las necesidades, problemáticas, capacidades y vocaciones locales y regionales”1, sin que sea claro como las identificarán.

Antes y ahora, la libertad de investigación está limitada. O, en otras palabras, antes y ahora, la libertad de investigación está coaccionada, pues sin recursos algunas investigaciones no las podemos hacer.

Los cambios en las políticas públicas en ciencia y tecnología tienen un peso pesado, aparentemente, con una nueva Ley de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación (LHCTI), con la incorporación de humanidades, y el reconocimiento de la pluralidad en ciencias y tecnologías. Para agudizar el malestar de las personas que creen que la administración de la ciencia nunca había tenido un corte político, el Consejo se transforma en el mismo sentido: ConaHcyt, con la H anticipando la C. ¿Casualidad? ¿Realidad? ¿Retórica? Veremos.

El pasado 25 de mayo, en sesión de Consejo Universitario de la UAQ2, se propuso un amparo a esta nueva ley, señalando 8 agravios, poniendo énfasis en lo que parece afectar a la comunidad y puntos suspensivos en lo que parece no ser relevante (pero que sí lo es, sugiero que lea lo que se omitió). En la autoridad máxima de la universidad no se votó si se procedería con el amparo. Se indicó, sin votación, que sería cosa del Colegio de directorxs, donde se encuentran solo 1/4 de lxs consejerxs.

El agravio 7 me parece emblemático, pues el artículo 33 indica que las personas que sean beneficiarias con apoyos económicos, como becas de estudiante, becas de investigadorxs o fondos para investigar, deben retribuir a la sociedad, mientras que lxs becarixs lo hacen desde 2021 y en ese entonces, no significó un problema. El abogado general indicó que es posible que no tengan tiempo de hacer la retribución. El agravio y la respuesta no son el mejor mensaje a la sociedad, a quién se le pide respaldo cuando son tiempos oscuros para la educación y el desarrollo en ciencias y tecnologías.

“(La ciencia) luego de permanecer ligada a la cultura por un tiempo, se tornó autónoma; actualmente está alienada,” reflexiona Jean-Marc Lévy-Leblond en uno de mis textos de cabecera Una cultura sin cultura. Reflexiones críticas sobre la cultura científica.3 ¿Será que la retribución social puede ser un factor para que la hache se escuche?


Fuentes:

1. Artículo 12 de la LEY GENERAL EN MATERIA DE HUMANIDADES, CIENCIAS, TECNOLOGÍAS E INNOVACIÓN publicada el 8 de mayo de 2023.

2. Sesión de Consejo Universitario UAQ del 25 de mayo 2023. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=6fyudTe2AT4 .

3. Lévy-Leblond, J. M. (2003). Una cultura sin cultura: Reflexiones críticas sobre la» cultura científica». Revista iberoamericana de ciencia tecnología y sociedad, 1(1), 139-151.

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