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Las dos terribles ‘As’ en el proceso de crianza de la niñez

La crianza proviene de la palabra ‘creare’, que significa nutrir, alimentar, orientar, instruir o dirigir al niñx. Se refiere al entrenamiento y formación de la niñez para que se pueda integrar a la sociedad y tener una vida plena. Así, la crianza son todas esas maneras en que vamos cuidando y conduciendo a nuestros hijxs, de donde se engarzan también los límites.

La manera como criamos repercute en la propia identidad del niñx, en cómo se concretan sus relaciones y los valores con que se conduce para ser y estar en el mundo, por lo que la función de madres y padres en este periodo de crianza es muy importante.

Como madres y padres educamos y hacemos muchas cosas con y para nuestrxs hijxs, que en buena medida dependen de lo que hemos aprendido. La crianza está basada en los conocimientos, actitudes y creencias que tenemos sobre la salud, la nutrición, cómo se debe relacionar nuestro hijx con lxs demxs, cómo debe ser el orden, etc.

Por tanto, la crianza se ve influida por nuestras creencias y las costumbres del lugar donde vivimos. Nuestra cultura moldea nuestro actuar como madres y padres, e influye en las normas que imponemos a nuestrxs hijxs. En nuestra cultura hay dos cosas que yo les llamo las dos terribles ‘As’ porque son nocivas para el desarrollo de la niñez. Estas son el adultocentrismo y el autoritarismo. Ambas atraviesan la vida familiar.

El adultocentrismo refiere al privilegio que tenemos como adultxs. Hemos creado, dispuesto y organizado el mundo casi en su totalidad para nosotrxs. Los baños, las puertas, el transporte, los muebles, en general, están pensados para las personas adultas. También a la niñez poco se le escucha, pregunta o se le permite participar. Por ejemplo, en la convivencia cotidiana con unx niñx, ¿cuántas veces preferimos hacer nosotrxs mismos las cosas porque las hacemos más rápido? O porque pensamos que, “¿qué van a saber ellxs?” Otras veces somos impacientes ante su lento caminar, sin considerar la condición de su estatura. Hay un cúmulo de actos cotidianos en los que, desde la casa, y por años, lxs minimizamos, infravaloramos sus capacidades y aplanamos su capacidad de colaboración y sentido de servicio. Luego que crecen y se convierten en adolescentes nos quejamos porque no participan en las labores de la casa o porque son inseguros para tomar decisiones, sin tomar en cuenta que hemos privado el desarrollo de estas habilidades.

La segunda terrible A es la del autoritarismo. La manera de educar en nuestra cultura está arraigada en el castigo, la amenaza, el grito, el chanclazo, el manazo, etc. Y aquí me gustaría citar a Nelsen que dice “¿De dónde sacamos la loca idea de que para que un niño se porte bien, primero tenemos que tratarlo mal?”. Siempre he creído que la gran mayoría de madres y padres no se levantan pensando “¿Cómo le haré para destrozarles la vida a mis hijxs?”. Sin embargo, en nuestra cultura casi automáticamente reaccionamos con el maltrato, que en lugar de beneficiar a nuestrxs hijxs, les perjudica. Quizás tenemos buenas intenciones, pero muy malas estrategias.

Ante estas dos terribles ‘As’, es importante cuestionar nuestras prácticas de crianza. En la Especialidad en Familias y Prevención de la Violencia apostamos por la disciplina positiva. Una corriente que propone que la clave de la educación reside en el respeto entre las generaciones y entre los géneros.

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