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Si sólo fuera cosa de números.

Estando en la secundaria, a la profesora de matemáticas se le ocurrió dejarnos una tarea peculiar: “Averigüen cuántos segundos han vivido hasta el día de hoy”.

Nos sorprendió y en general consideramos que ese era un problema impensable, y aunque refunfuñamos como era de esperarse entre las buenas personas portadoras de la pubertad, consideramos que era realizable.

Suponíamos que era un número final estratosférico, mmm creo que a esa edad el término en cuestión, estratosférico, aún no estaba apropiadamente inscrito en nuestro patrimonio cognitivo intelectual, pero si dijimos que ese iba a resultar ser, valga la redundancia, un gran numerote.

Ejercicio mental, aritmética aplicada, matemática básica, pensamiento lógico, cultura general, todo combinado y sólo para saber cuántos segundos hemos vivido y consumido oxígeno en este planeta. Por suerte todavía no llegaba a nosotros la enseñanza de la física cuántica y eso del universo de las cosas pequeñas como el antagonismo de la Teoría de la relatividad Einsteniana. En fin, hacer la tarea, papel, lápiz y paciencia. Contando, por supuesto, con la curiosidad por averiguar ese reto que a la maestra se le había ocurrido quién sabe de dónde, pero sin duda en muchos del grupo impactó, para bien y para no bien.

Doce años, ocho meses y diez días, más aparte tres años bisiestos. El resultado aproximado giró alrededor de 399 millones 168 mil 082 segundos. Ya entrados en la fiebre de escribir lo que escribo, me planteé la pregunta ¿y a la fecha cuantos segundos he vivido? Sólo agrego que tuve que considerar cuántos años bisiestos he sobrellevado: 17. Volví a realizar la operación, a mano, que nos dejó aquella maestra y el número redondeado fue de 2 mil 136 millones de segundos.

Cómo comunidad de secundaria oficial, que vive intensamente su pubertad, el resultado para cursar el primer año de secundaria, fue tal y como lo habíamos vaticinado: Un numero grandísimo, pero real y creciente.

Esta experiencia regresiva a la vida de la secundaria obedece a la multicitada obra 5 de Febrero y el caos social que genera, aunque no se quiera tomar en consideración como factor de desastre para la salud mental y emocional.

Todos los días tengo que circular por esa avenida, mejor dicho, lo que queda de ella. Al paso de la mismo pienso, luego existo: ¿Cuánto puede costarle al pueblo esta obra? Mejor dicho, ¿de dónde saldrá el dinero para sufragar el gasto que por lo que se observa no es poco dinero?

En términos generales, la cantidad visiblemente amplia de personal contratado, la maquinaria empleada que, aparte de no ser pocas unidades, la mayoría de ella reluce de nueva; todo tipo de vehículos y mega herramientas que, compradas y rentadas no se piensa sean donaciones ni poco dinero. ¿Estas son las prioridades sociales? ¿El agua sin lluvia de dónde saldrá?

El caos inicia desde las remodelaciones hidráulicas sobre la misma avenida, a la fecha la población llevamos 7 meses observando, apechugando y padeciendo este proceso peculiar de destrucción/construcción y contaminación ambiental de tierra, polvo, ruido y la promesa de que todo va a ser mejor.

¿Cuánto le cuesta al pueblo esta obra?

Según las redes sociales oficiales el número es de 6 mil 239 millones de pesos en 42 mensualidades chiquitas, como en Elektra, de 148 millones 547 mil 619 pesos y 4 centavos; ¿de dónde saldrá el dinero? y entonces me seguí preguntándole a Santa Alexa ¿a cuánto asciende el presupuesto anual del Estado de Querétaro? y sin chistar me contesta que esos números dinero son tantos como 51 mil 636 millones 830 mil pesos. Así, y de bote pronto, se paga fácil y no habrá deuda, ya que la obra representa sólo el 12 y piquito % del presupuesto.

Sólo por comparar números, la UNAM tiene asignado, según Santa Alexa, un presupuesto anual de 52 mil 728 millones de pesos y la UAQ de 3 mil 209 millones 505 mil pesos.

Sólo fuera cosa de números, mencionarlos en notas periodísticas y discursos retóricos. Lo cierto es que tratándose de números oficiales es citar un histórico constante y ancestral en el que no se saben realmente cuánto cuestan las mega obras que suplen a otras mega obras; esta insólita obra no será la excepción y por añadidura, en declaración oficial, cito Santa Alexa, se pone en duda que esta obra resuelva el dilema de las vialidades en una ciudad como esta, a, pero como valor agregado al turismo: “Eso sí, que, de bonito, bonito se va a ver”.

Ni todos los segundos vividos, aunque se tradujera a pesos y centavos, alcanzarían para pagar esta peculiar obra (tendría que vivir como 125 años).

Dicho sea de paso, en pregunta: ¿el equipo de la obra llegó a considerar y calcular el costo social generado segundo a segundo, por la misma? ¿Llegó a considerar los efectos post traumáticos inmediatos ocasionados por la recientemente pasada Pandemia y sus dos años de encierro y crisis económica? Si los llegaron a considerar no se nota ni se impacta en el día a día.

Seguramente y si se aplicara una interpretación algorítmica a pesos y centavos, de los daños emocionales generados por acumulación de hechos, tensiones y lesiones Pandémicos y esta mega obra, seguramente no alcanzarían los dígitos conocidos para mostrar el número representativo que ha de cubrir los daños sociales y personales inminentes, en lo presente y en lo futuro, léanse estos daños como (TEPT) Trastornos Emocionales Post Traumáticos.

Ah, pero eso, sólo si fuera cosa de números.

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