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‘Carta a una profesora’

Carmen Vicencio

La pandemia ha develado serios y nuevos contrastes sobre la enseñanza.

Varios docentes y estudiantes logran adaptarse a la ‘nueva normalidad’ y se sienten cómodos con ella. Otros no saben qué hacer. Algunos muestran gran compromiso para salir adelante, pero también hay quienes pretextan mil dificultades para evadir responsabilidad, se tornan burócratas y cumplen con lo mínimo, o actúan cual capataces si sus “subalternos” “no dan el ancho”. Ya lo dijo Carlos Fuentes: todos somos eslabones en una larga cadena de subordinaciones.

Estos contrastes, sin embargo, no tienen que ver sólo con la pandemia; existen desde que hay escuela.

Escuché hace poco a algunos estudiantes de la prepa UAQ expresarse sobre su educación y recordé el libro Carta a una profesora, escrito por 8 alumnos de la escuela de Barbiana, Italia, en los sesenta.

Esta carta se hizo famosa por develar el clasismo de la escuela oficial italiana, que no sólo excluye a hijos de obreros y campesinos, sino que les genera sentimientos de inferioridad y culpa. Pero también ganó fama por mostrar el extraordinario compromiso del fundador de la escuela de Barbiana, Lorenzo Milani, para atender a niños pobres, expulsados de otros centros por su bajo desempeño.

Milani ideó una escuela activa, tan significativa para los chicos y tan importante para la comunidad, que permanecía abierta 12 horas diarias, los 365 días del año; era una auténtica ‘casa del pueblo’, como la Escuela Rural Mexicana del siglo pasado.

Carta a una profesora hace una ruda crítica a la escuela tradicional y, a la vez, muestra la enorme capacidad de sus autores para apropiarse de contenidos escolares muy complejos, cuando éstos les son significativos. Cito sólo un fragmento:

“Querida profesora:

Usted ni siquiera se acordará de mi nombre. ¡Ha expulsado a tantos! Yo, en cambio, he pensado muchas veces en usted, en esa institución que llaman escuela, en los chicos que ustedes rechazan. Nos echan al campo y a las fábricas y nos olvidan.  Hace dos años, me daba usted miedo, aunque la verdad es que la timidez me ha acompañado toda mi vida. De niño no levantaba los ojos del suelo. Me pegaba a las paredes para que no me vieran. Al principio creí que sería una enfermedad mía, o acaso de mi familia. Mi madre es de esas personas que se ponen nerviosas para llenar un telegrama. Mi padre observa y escucha, pero no habla. Después creí que la timidez era un mal de los montañeses. Los campesinos de la llanura me parecían más seguros de sí mismos. ¡Y no hablemos de los obreros! Pero muchos son como nosotros y la timidez de los pobres es un misterio muy viejo. Yo que estoy dentro de él no sabría explicárselo. Acaso no sea ni cobardía ni heroísmo. Sólo falta de orgullo para creerse superior…”.

Así sigue hasta alcanzar las 117 páginas.

“Recordé esta carta al intentar entrevistar a algunos estudiantes de preparatoria para ‘La Pregunta’, pero no se animaron a hablar en Radio UAQ, “por timidez o miedo a ser descubiertos, porque no le ven caso, pues ya han intentado pedir auxilio a sus maestros y autoridades, sin lograr nada”.  

Si ellos hubieran escrito ‘Carta a una profesora’, dirían algo así:

“Queridos maestros:

No los entendemos y sentimos que a ustedes eso no les preocupa. Descubrimos que todos estamos atrapados en una maquinaria insensible, que nadie sabe quién diseñó ni quién dirige; que nos impide pensar y comunicarnos sobre lo que (nos) está pasando; que reduce la educación a leer ‘PDFs’ (que no hablan de la vida, ni ayudan a comprender la realidad ni a prepararnos para lo que viene), o a responder exámenes que intentan controlarnos, sin ofrecernos desafíos vitales. Aprendemos más a simular y a someternos al sin sentido. La vida, las artes, el juego, la Naturaleza, la alegría y las ganas de saber están ausentes.

Creemos que ustedes también están atrapados y poco gozan de su trabajo, que no tienen libertad para expresar su creatividad al diseñar sus clases.

La máquina es quien manda y todos somos arrastrados por una banda de producción fabril. Por eso, más les vale ser insensibles, pues si nos escucharan, se preocuparían…”.

Así, la carta seguiría cien páginas más.

He aquí una buena oportunidad para revisar lo que (nos) está sucediendo en la escuela.

*Miembro del Movimiento por una educación popular alternativa maric.vicencio@gmail.com

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