Los libros de texto y sus lecturas

El caso de los libros de texto constituye un ejemplo de la forma de gobernar de la 4T y de su narrativa. Tanto el proceso de su elaboración como su contenido reflejan como la actual administración concibe su tarea y función dentro del sistema. Realizados desde la opacidad y el incumpliendo del requisito de presentar previamente los programas de estudio, los libros irrumpen en la escena pública mostrando vicios en el proceso de creación, violaciones a la ley, sesgos ideológicos y la incompetencia de sus creadores.
Los libros muestran como para la 4T las reglas, procedimientos y disposiciones constitucionales son —en el mejor de los casos— opcionales y que pueden pasarse por alto si así conviene a sus propios fines. Existe un divorcio manifiesto entre lo que legalmente se debe hacer y lo que se hace en el ámbito de la política pública. Los llamados a cumplir la ley son estridencias injustificadas y exageraciones de los que intentan perjudicar al presidente y a su incuestionable proyecto de trasformación. A cada señalamiento de ilegalidad la mañanera responde con bolas de humo, victimización y denuncia de enemigos que conspiran desde la oscuridad. En esta oportunidad la inquina proviene de los intelectuales orgánicos, de editoriales y de medios de comunicación en campaña permanente en contra del ejecutivo. La 4T no concede la posibilidad de que efectivamente haya padres alarmados, maestros descontentos o científicos que consideran una obligación alertar sobre errores o inconsistencias.
Este caso también ilustra como la política de noventa por ciento honestidad y diez por ciento experiencia es incompatible con la política pública de calidad y la eficiencia en el diseño y gestión de proyectos. Lo que el presidente llama honestidad es en el caso de su administración es en realidad incondicionalidad y lealtad ciega, lo que genera enormes parcelas de incompetencia y fallas constantes en el ejercicio de gobierno. El equipo a cargo del diseño de estos libros no tiene ni la experiencia, ni la formación necesaria para encargarse de una tarea tal delicada como es la producción de materiales educativos para los niños de México. Los responsables de este desastre se propusieron entre otras cosas plasmar en los libros de texto la visión presidencial de la historia reciente y aquello que a López Obrador le interesa que se dé como un hecho histórico y no simplemente como una denuncia personal, es decir, que su narrativa escale de la mañanera a los libros de texto y de ahí a la historia oficial.
Este evento también dejó claro que cualquier señalamiento o crítica a su proceder y resultados no es atendible, ni desde el reconocimiento de los errores y mucho menos desde la disposición al diálogo. Ante un resultado fallido no le sigue la autocrítica o la revisión de procesos o responsabilidades, se reacciona con la descalificación de los críticos y una ola de retórica tendiente a normalizar los errores remitiéndose al pasado, aludiendo al neoliberalismo o usando eufemismos para cambiar el sentido o consumar la maroma. El no son errores sino ‘áreas de oportunidad’ joya de la autoría de Marx Arriaga, muestra como este gobierno nos invita una y otra vez a la justificación de lo injustificable, a la aceptación de lo inaceptable y a la defensa de lo indefendible. Lo que no se logra en la realidad se construye en lo simbólico, lo que no les resulta en los hechos se sustituye con propaganda y saturación discursiva.
Los libros de texto son el retrato fiel de un gobierno empeñado en el paso a la historia del presidente a costa de la resolución real de los problemas del país. Muestra como la mirada está puesta en el pasado, en la construcción de generaciones de clientelas y de un régimen difícil de definir, pues no es simple populismo; es sobre todo autoritarismo que usa la narrativa como herramienta a falta de competencia técnica, visión y capacidad para lograr un auténtico y real desarrollo de México.