El último arrebato

La aguda observación de Sánchez Aguilar

Por muchos años, el Partido Acción Nacional fue la más robusta opción ‘contra el sistema’ y de su historia no puede borrar su larga travesía por el desierto, incluyendo sus épicas movilizaciones en defensa del sufragio efectivo. Con todo y su origen anticardenista y su conservadurismo religioso, por mucho tiempo fue la opción, incluso para individuos afines a una mentalidad de izquierda, para encarar al Partido Revolucionario Institucional como materialización del régimen autoritario, corporativo y presidencialista sostenido en el fraude electoral.

La primera vez que escuché decir que el alma del PRI y el PAN era una y la misma cosa, fue a mediados de los años 80 del siglo pasado, hace más de 40 años, en la voz de Luis Sánchez Aguilar, un hombre provisto de luces intelectuales y mirada de largo alcance, doctorado en La Sorbona y reconocido con el Premio Nacional de Economía. A principios de los 90 fue presidente del Partido Socialdemócrata, diputado federal en 1994 y murió de manera misteriosa en 1997, cuando viajaba a Iguala, Guerrero. Fue él quien, al menos eso dice mi memoria, acuñó el término ‘PRIAN’, que a muchos resultaba una extravagancia pero que con el paso de los años tocó los extremos de lo grotesco.

Mientras el PAN negaba esa ‘calumnia’, los hechos fueron acreditando paulatinamente la agudeza de lo observado por Sánchez Aguilar, hasta llegar a nuestros días, cuando la fusión política de esos partidos ya ha alcanzado el rango de oficial, pues a las elecciones se presentan juntos, se defienden juntos y juran que si tocan a uno los tocan a todos. Tiendo a resistirme a llamarle a esa sociedad pragmática con el nombre de ‘oposición’, pues en ocasiones toma tintes de asociación delictuosa.

A contracorriente del autoengaño de su dirigencia, que sostiene que su coalición es exitosa y potente, no son pocos al interior del PAN que sostienen con datos duros la severa lesión que le ha producido esa asociación. Con base en datos del PREP de las elecciones de gobernador del domingo 4 de junio, en el Edomex el panismo se estancó en el mismo 11.2 por ciento de hace seis años, cuando el padrón local aumentó en millón y medio de electores; drama que toma rasgos más severos si consideramos que cerró el siglo XX con 35 puntos. Coahuila es otro golpazo en la frente, donde solemos imaginar el domicilio de la memoria, pues hace seis años se hizo del 36.4 por ciento de la votación total y en la elección reciente cayó, en ruidoso estrépito, a un precario 6.8 por ciento.

Parece que también esta vez el PAN no sólo ha renunciado a la autocrítica… ha renunciado ya a tener a los hechos como referencia de sus decisiones.

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