Tigres de Papel

La gran marcha del pueblo acarreado y el periodismo hate

“Y porqué chingaos voy a criticar a un gobierno con el soñé toda mi vida”

Helguera (+), monero de La Jornada

La gran marcha convocada por AMLO el pasado 27 de noviembre fue una apoteosis de participación ciudadana, una gran fiesta que manifestó con toda convicción, su adhesión al proyecto de la 4ª Transformación que encabeza el presidente André Manuel López Obrador y que puso de manifiesto que las calles y la plaza pública siguen siendo de la izquierda. La derecha bobalicona se quedó abotargada ante una marcha que convocó a más 1 millón 200 mil personas y, como era de esperarse, reaccionó con una violencia inusitada, propia de una expresión política muy cercana al fascismo en sus formas y contenidos.

Los medios de comunicación dieron el espaldarazo esperado a la oposición partidista y ciudadana clasemediera y al sector empresarial y a los fanáticos religiosos y a la jerarquía eclesiástica, que enarbolaron un discurso de odio demoledor con el vano afán de denostar una marcha que superó con creces sus propias expectativas y les confrontó con una realidad incuestionable. AMLO sigue teniendo todo el apoyo del pueblo. ¡Al pueblo lo que es del pueblo! Reza la vieja consigna izquierdista. Y eso les dolió.

Ya no sorprende la estulticia de los detractores del presidente López Obrador, lo que si no deja de sorprenderme son las argucias mediáticas de las que son capaces los periodistas adversarios del actual régimen y que se concentran de modo muy particular en el diario Reforma y su enorme e ilimitada capacidad para mentir, difamar y denostar todo aquello que provenga de la 4T, de MORENA y, de modo muy especial, de López Obrador. Sólo basta consultar la 1ª plana de este periódico, leer la nota de ocho columnas y dar cuenta de la gran cantidad de veneno que emiten en unas cuantas líneas.

Sólo basta referir los casos más recientes: la cobertura que hicieron sobre la marcha del 27 y la que hacen ahora sobre el debate que ha generado la propuesta de reforma electoral del Ejecutivo y que ronda en la estulticia y en la abyección informativa. La condena es incesante, el rumor se plasma como noticia y la maledicencia como norma. Esta es la tendencia actual de buena parte de la prensa nacional y que se caracteriza por un ejercicio periodístico basado en el odio al que ven como adversario y que he denominado como periodismo hate, el periodismo del odio, signo de nuestros tiempos, oprobio de la verdad.

¿Esto significa que se declara la muerte del periodismo objetivo, si es que acaso, alguna vez existió como tal? Hay que asumir que ahora, a la tendencia dominante se le conoce, conceptualmente, como la posverdad, la cual, en breves palabras, se trata de un ejercicio periodístico que se realiza de acuerdo a la empatía de las creencias de las audiencias con determinados contenidos informativas que tienen concordancia con sus propias ideas, es decir con la ideología de los receptores del mensaje, con quien hay afinidad e identificación plena. En ese tenor estarían los lectores del diario Reforma, por un lado, y los lectores de La Jornada, por el otro. Cada quien con su cada cual.

Otro elemento fundamental de la posverdad, es la enorme carga emocional que se le impregna a los contenidos noticiosos, especialmente en los géneros opinativos, en los que, los opinadores, ejercen su labor periodística con un alto sentido emotivo y ventilan todos sus rencores en contra del objeto de su odio, creando así una comentocracia que se erige como la poseedora de la verdad absoluta y que con total carencia de ética periodística miente y difama hasta la náusea y señala con dedo de fuego a quienes ejercen el periodismo desde el otro lado, desde el periodismo militante que apoya el proyecto de gobierno de la 4T. La cosa está que arde.

Uno de los máximos representantes del periodismo hate y que hace alarde de su animadversión al actual régimen a través del ejercicio de la posverdad, es el director de la revista Etcétera, Marco Levario Turcott, quien está a punto de publicar un libro de ensayos críticos al que ha titulado Los farsantes de la 4T y en donde pretende exhibir, denostar y escupir a la cara a las y los periodistas afines al proyecto de la 4ta Transformación. En el mentado texto se convoca a otros periodistas, ensayistas, intelectuales orgánicos del antiguo régimen para hacer la crítica respectiva y condenar el trabajo periodístico de Sabina Berman, El Fisgón, Hernández, Helguera (+), Jenaro Villamil, Azul Alzaga, Jorge A. Rocha, etc., etc. Bueno, hasta le tocó ser señalado a un Zepeda Paterson que ha dado muestras de su ecuanimidad periodística. No dejaron títere con cabeza.

Con lo anterior, está declarada la guerra entre periodistas, se acabó la vieja consigna de “perro no come perro” y ojalá se inaugure un debate político-periodístico de altura, de buen nivel, que buena falta nos hace. Habría que hacer eco de las palabras de otro de los señalados, Fabrizio Mejía Madrid, en su artículo “Lo neutral no es justo”, cuando dice que “(…) de los medios deberíamos esperar, como audiencias, precisión y que sean justos. No imparciales o balanceados (…) Y, por lo que veo y leo, en muchos periodistas se ha instalado la suspicacia como única forma de lucidez.” No todo está dicho. Falta lo que falta. Que inicie el debate.

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