Anselma Margarito Francisco: Una mujer valiente

Sentadas sobre una piedra, mientras escuchamos las consignas de los pueblos originarios, acompañadas de los estruendos de cohetes, que piden justicia y defienden la vida, en el marco de la Segunda Asamblea Nacional por el Agua y la Vida, Anselma Margarito me habla sobre ser una mujer luchadora, una mujer que no se rinde, una mujer que hace valer su voz.
—Me llamo Anselma Margarito Francisco, tengo 20 años y soy de la Comunidad Otomí Residente en la Ciudad de México, originaria de Santiago Mexquititlán, Amealco, Querétaro. Estudio Contaduría Pública, en el Instituto Politécnico Nacional.
La lucha me ha enseñado a aferrarme a lo que quiero, que disfruto. Me gusta platicar de mi comunidad, para todos lados que vamos, he levantado la voz por ellos y no sólo por nuestra comunidad, sino también por otros pueblos, porque todos enfrentamos las mismas problemáticas, nos despojan en nuestra tierra, de nuestra agua, de nuestra vida…
Anselma, es una mujer Otomí que a través de consignas que grita llena de poder, lucha, motivada por sus compañeros, que quieren ser escuchados, que quieren que sus problemáticas sean atendidas y las injusticas que todas sus vidas han presenciado no se queden impunes.
—Nuestros padres y abuelos hace más de 30 años migraron a la Ciudad de México, para buscar una mejor vida, al llegar allá lo único que recibieron fue discriminación, represión y violencia. Cuando llegaron no tenían un lugar donde vivir, dormían en los camiones o en la calle. Con el tiempo encontraron un espacio, en donde hicieron sus propias casas de lámina, ahí crecí yo. Mis 20 años fueron ahí, en una casa de lámina, ubicada en Zacatecas 74, en la Colonia Roma.
Como los granos unidos en mazorca, hoy los pueblos nos unimos.
Comenzamos, hablamos sobre las problemáticas que hoy reunieron a pueblos originarios de todo el país, en Santiago Mexquititlán.
—Tenemos varias problemáticas, aquí en Santiago es el despojo del agua, que está haciendo la Comisión Estatal de Aguas Querétaro, quieren privatizar nuestro pozo. Otra de las problemáticas es que, en la Ciudad de México, estamos luchando por una vivienda digna. Para nosotros una vivienda digna es que tengamos los servicios básicos; luz, agua, que no tengamos que sufrir de las lluvias, que no tengamos que poner un bote en las láminas para que no entre el agua y se inunde tu casa. Demandamos justicia, educación, alimentación, libertad, paz…
—¿Qué fue lo que dijo yo Anselma voy a hacer esto, voy a luchar? —le pregunto.
—Me inspiré en mis papás y mi comunidad, mi papá es Concejal de la comunidad Otomí, él fue quien me abrió los ojos, me pregunté: ¿si ellos luchan, por qué no lo puedo hacer yo?, si ellos están luchando por una vivienda para nosotras sus hijas, ¿porque yo no puedo hacerlo para las futuras generaciones? Tenemos que aferrarnos a lo que nos pertenece —me dice, segura de cada palabra que pronuncia.
Busqué lo que a mí me llena, en la comunidad Otomí, soy de Comunicación, soy la que está dando entrevistas, la que habla por la comunidad, la que levanta la voz, también me gusta echar consignas en las marchas.
En esta tierra la mujer tendrá derechos, los oprimidos en una voz la libertad proclamaran…
—Las mujeres, en el plano de la lucha social, están tomando el poder que hace tiempo se nos venía negando —le cuestiono—, ¿cómo es defender estas causas y a la par ser mujer, en un país, en una sociedad, que nos vulnera, nos reprime por el simple hecho de serlo?
—Ahora las mujeres vamos a estar al frente. Claro, los hombres también podrán estar ahí apoyándonos, pero ahora las mujeres son las que tienen que levantar la voz; antes no teníamos derecho a hablar, a trabajar, a votar, ni siquiera teníamos derecho a hacer lo mismo que un hombre puede hacer.
Creo que si por algo estamos luchando, es por la igualdad y me refiero a un respeto mutuo, en la comunidad hemos sido iguales, tanto mujeres y hombres, hemos hecho las mismas cosas. Nosotras como mujeres nos sentimos orgullosas de representar a nuestra comunidad, porque ahora les decimos a todos y a todas ‘ya nos cansamos de que nos quieran mirar como si no supiéramos hacer el trabajo que los hombres hacen, sabemos que nosotras somos capaces de hacer lo que nos corresponde y si los hombres pueden alzar la voz, las mujeres también lo podemos hacer y si los hombres pueden hacer un trabajo de campo, nosotras también podemos’ —contesta, refleja la misma seguridad de sus palabras en sus ojos.
Señor, señora, no sea indiferente, se matan estudiantes en la cara de la gente
Anselma toca fibras fuertes, destaca la unión de causas, el apoyo a los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, la experiencia que más sentimientos y reflexiones le ha causado.
—En el momento que nosotros escuchamos 43 desaparecidos, salimos a marchar con ellos y desde ese momento no lo hemos dejado de hacer. Asistimos a las 100 marchas con los padres de los 43, en cada una me lleve una reflexión. Vi el dolor. Imagínate, los papás quieren que llegue el día en que su hijo esté con ellos; yo veo a mi mamá y digo ‘no quisiera que mi mamá esté ahí, no quiero que el día de mañana sea mi mamá quien esté buscándome’.
Nos hemos unido con ellos, para hacer saber que “no sólo son 43, no sólo son mujeres, no sólo son estudiantes, hay muchos asesinados, muchos desaparecidos, hay mucha violencia, mucho machismo, mucho patriarcado, mucho de todo, pero hay que saber enfrentar las cosas”.
Seguimos, escuchamos las consignas, gritan “Otomí” con orgullo de pertenecer, con fuerzas para no desistir, mientras que Anselma, una mujer valiente y admirable, termina por decir:
—Yo, Anselma, me defino como una mujer luchadora, que sabe lo que quiere y voy a llegar hasta donde la vida me dé. Y si tengo que dar mi vida por defender mi territorio, por el agua y por la vida, la voy a dar.