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De la ley a la calle

Por alguna razón, en las facultades de derecho pasa desapercibido el tema de la aplicación de la ley, que trasciende el concepto que después, algunos abogados convertidos en políticos utilizan como justificante de la represión: el Estado de derecho. El texto de la ley es una cosa; y desde luego importa y da cuenta de varias expectativas de orden, de representaciones sobre los valores sociales y discursos políticos; su aplicación, es decir, cómo llega a quienes deben aplicarla, sea un oficial de tránsito o una autoridad administrativa, es otra. Valga decir que todo eso también pasa desapercibido en las facultades de derecho.

Y lo anterior es importante porque hacer cumplir la ley es un proceso mucho más arduo, bastante más difícil que simplemente hacer un uso retórico de la importancia de obedecer la ley, que sin duda la tiene, en la mayoría de los casos. Y digo que en la mayoría porque la obediencia de la ley tiene sus propias mediaciones y dificultades. Muchas veces, para empezar, puede tratarse de una ley o acto que sus destinatarios, la ciudadanía, consideren injusto o, poniéndonos exquisitos con los términos legales, ilegal o inconstitucional; lo único que no pasa de largo a los abogados.

Hace unas semanas, la Secretaría de Salud anunció una ampliación en los alcances de las prohibiciones al tabaco. Ambas son restrictivas, una del comercio y otra del uso; de fumar, pues. Las tensiones entre la industria tabacalera o las y los fumadores y las restricciones no es para nada nueva. Hace muchos años, por ejemplo, a la escudería Ferrari la patrocinaba una conocida marca de cigarros. Hasta que los comisionados prohibieron la propaganda de cigarrillos en varios espacios, incluyendo los deportivos.

La idea de prohibir el consumo de tabaco es atajar un problema de salud pública y fomentar un estilo de vida más saludable. Va de la mano, incluso, con buena parte del diseño de la política pública en materia de salud, que bastante ha hecho en materia de alimentación.

La pandemia por Covid-19 nos enseñó conceptos nuevos como las comorbilidades, que pasaron de lo técnico al habla cotidiana. Y tendrían que haber tenido su efecto pedagógico. Sin embargo, eso último sería dejar el problema y solución final a la ciudadanía. Fumar, tener sobrepeso o no hacer ejercicio, es una decisión individual, sostienen algunos. El gobierno, por su parte, considera que no es así porque hay factores estructurales que inciden en las prácticas insalubres.

El problema con la prohibición específica de fumar en espacios abiertos es de instrumentación: ¿cómo asegurarse de que la gente no fume en un parque, por ejemplo? Sin duda es imposible. Y no podrían pedirles a los policías que hagan esa labor; acaso la idea es generar una cierta conciencia social y su consecuente reprobación, para quien decida hacerlo, como sucede, con muy relativo éxito, con no tirar basura en la calle. O tantas prácticas indeseables (escoja usted la que guste) que subsisten a pesar de prohibiciones, policías y algún operativo poco eficaz. Instrumentar la ley, ese gran problema. Aquí y en Suiza.

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