El juicio de Fox

En el reciente abril una poderosa cadena de noticias y una empresa privada, asentadas ambas en territorio norteamericano, firmaron un arreglo millonario para evitar un juicio por difamación, que habría traído efectos devastadores para la de por sí maltrecha credibilidad de la empresa de la comunicación. Como la justicia norteamericana permite que los pecados públicos puedan ser lavados en privado, y dado que la cadena Fox (Fox Corp y Fox News) sabía que el juicio estaba perdido, antes de que comenzara el desahogo de pruebas, prefirió tasar en dólares su culpabilidad y se ahorró el encueramiento al que se dirigía.
Sucede que, durante la elección presidencial de 2020, Fox propaló noticias y comentarios asentados sobre una mentira deliberada: dijo que la empresa Dominion Voting Systems manipuló las máquinas de votación con el fin, también acreditado con comunicaciones internas, de respaldar las versiones de fraude electoral que propalaba entonces el derrotado presidente Donald Trump, que buscaba la reelección. Ante las cámaras, los presentadores de Fox defendían con admirable convicción afirmaciones que en privado no creían, pero lo hacían para no perder a su audiencia trumpista.
Los 787 millones de dólares desembolsados por la empresa mediática (conservadora, en términos políticos), privaron al mundo de una evidencia brutal que habría mostrado el funcionamiento efectivo de las empresas de la comunicación, para las cuales las noticias y los comentarios constituyen nada menos que una mercancía, es decir, un producto que nada tiene que con la verdad ni con la democracia. De ahí que, como suele repetir el expresidente del Ecuador, Rafael Correa: “Desde que se inventó la imprenta, la libertad de prensa es la voluntad del dueño de la imprenta”.
La cadena Fox es la empresa emblema del imperio mediático que preside el multimillonario Rupert Murdoch (que figura en el cuadro de honor de Forbes), extendido por varios continentes y que incluye a The Wall Street Journal. Murdoch encarna el empleo de los medios para favorecer posiciones políticas y no son pocos los escándalos en que se ha visto envuelto por acusaciones de evasión fiscal y acciones monopólicas. En una ocasión tuvo que disculparse por el empleo de métodos antiéticos para atizar sus ordinarios escándalos informativos.
No falta razón a quienes sostienen que, al menos tres fenómenos de este siglo (el atentado de las Torres Gemelas, la presidencia de Trump y la pandemia del Covid) han contribuido decisivamente a convertir la verdad en “una especie en vías de extinción”, si no es que, de plano, un cadáver insepulto, fuente de buen número de desavenencias contemporáneas.