Ayotzinapa y la filtración descarnada

La verdad de los periodistas es humilde
-Iván Darío Restrepo
El sábado 24 de septiembre se publicó en el periódico Reforma, la columna periodística Linotipia, con el título de Ayotzinapa el encubrimiento, a cargo de la periodista Peniley Ramírez, el texto periodístico se basa en el informe de la Comisión por la verdad y el acceso a la justicia del caso Ayotzinapa, que dio a conocer hace alguna semanas, Alejandro Encinas, subsecretario de Gobernación y que, a raíz de una filtración sin testar (es decir, sin tachaduras, sin omisión alguna) que obtuvo la reportera y que publica tal cual aparece en el susodicho informe.
La propia periodista admite que decidió escribirlo con la misma crudeza como aparece en el documento, “con los delincuentes hablando de los estudiantes como si fueran animales”. En su columna, Peniley Ramírez, inicia con una narración casi novelada, literaria y con total impudicia y falta de tacto, reproduce los pasajes del horror, baste una breve muestra: “A una de las células les encomendaron disolver a 10 de los estudiantes en ácido. No tenían material suficiente. Disolvieron a cinco. A los demás los cortaron en trozos, con machetes y los enterraron. Uno de los criminales desolló a un estudiante. Quería impresionar a su jefe”.
Lo citado anteriormente, y buena parte del texto aludido, nos habla de un ejercicio periodístico poco ético, deontológicamente reprobable y no es por el hecho de que se publique una filtración de un documento confidencial que es parte de una investigación muy delicada en torno a una de los casos más graves de violación a los derechos humanos en los últimos tiempos; incluso, esta acción se suele justificar al decir que la prensa está llena de filtraciones (como ejemplo emblemático tendríamos a Wikileaks de Julian Assange) y ya el aspecto legal o ilegal de esta situación tendría que revisarse en otra ocasión.
Desde la ética periodística el problema no es el qué, sino el cómo, la información puede ser valiosa y esclarecedora de un misterio que se ocultó durante ocho años. Peniley creyó, o le hicieron creer, que si se publica literalmente lo que dice el Informe va a tener mayor cercanía con la verdad; es decir, que la publicación de un documento de forma textual y a modo de novela de horror le concede la certeza de la descripción exacta y fiel de los hechos, lo que es la verdad y nada más que la verdad. ¿Será? ¿No hay otras consideraciones de tipo deontológico, esto es, acerca del deber ser en el ejercicio de nuestra profesión? ¿No existe la empatía, la solidaridad, la compasión, la sensibilidad con el que sufre? Principalmente con las madres y padres de los 43 de Ayotzinapa, ¿ellos no importan?
¿Qué es lo que buscaba del periódico Reforma y la periodista Peniley Ramírez? ¿Tener la primicia de la nota informativa que dice la verdad en torno al caso de los 43 de Ayotzinapa? El lunes 26 de septiembre, el periodista Ricardo Rocha, en su programa Detrás de la noticia en Radio Fórmula y Telefórmula, hizo una defensa a ultranza de Peniley y la columna que publica, argumentando que se si trata de la verdad, ésta tiene que darse a conocer a como dé lugar, ¿por qué tenerle miedo a la verdad?, y le manifestó todo su apoyo y solidaridad a la periodista aludida.
De lo dicho por Rocha, habría que preguntarse, ¿quién le dijo que esa es la verdad sobre Ayotzinapa? ¿Sólo porqué él lo dice? Aquí cabría citar el epígrafe de esta columna y que en sabias palabras de Darío Restrepo, nos plantea que la verdad del periodista es humilde y no se debe proclamar desde la palestra del gran periodista que lo que investiga, redacta y publica es la verdad incuestionable, la verdad absoluta. Nada más alejado de la ética periodística que debe regir nuestra profesión.
Finalmente, hay que analizar los motivos del lobo al dar cuenta de que esa columna se publica en Reforma y sabedores de que la línea editorial del periódico es totalmente contraria y opositora a la 4T, en especial al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, vemos que se trata de un nuevo intento de golpeteo político investido falsariamente de información y que lo único que logra es sembrar aún más confusión. Ya lo dice la propia Peniley al final de su artículo, al señalar que “la fuente que me compartió el documento me dijo que lo hace porque considera que es vital que se investiguen estas nuevas pistas”. ¿Usted le cree a esa “fuente” que se hace pasar por un buen samaritano?
¿Usted cree en la buena voluntad periodística de Peniley Ramírez y del periódico Reforma? ¿Usted cree que en México estamos haciendo el periodismo que nuestro atribulado país necesita? Yo no lo creo, pero tenemos que seguir luchando, desde la trinchera periodística, porque así sea.