Dudoso remedio

Notimex y el INAI son dos hebras de la misma madeja y reflejan un aspecto errático de las políticas federales en un campo muy sensible para la vida democrática. Aunque por razones distintas, la agencia informativa camina hacia la extinción y el órgano garante del derecho de acceso a la información pública está en riesgo de caer en la inanición.
Nacida en 1968 como Agencia Mexicana de Noticias, en 2006 dejó de pertenecer a la Secretaría de Gobernación, se le dotó de autonomía operativa y se ajustó su nombre a Agencia de Noticias del Estado Mexicano. Con el estallido de la huelga, en febrero de 2020, comenzó su naufragio y en estos días el presidente de la República anunció su decisión de liquidarla. Al decidir que se puede prescindir de la agencia porque “tenemos las mañaneras”, el presidente está mostrando una visión muy limitada, personalista y de muy corto plazo.
Si bien es cierto que el modelo de comunicación, cuya piedra angular es la conferencia diaria, ha resultado muy eficaz para los propósitos presidenciales, también lo es que su eficacia está ligada al carisma personal del gobernante tabasqueño y difícilmente se extenderá más allá del 30 de septiembre de 2024, lo releve un afín suyo o un adversario. Las lealtades que Andrés Manuel López Obrador fue articulando desde el Éxodo por la democracia (1991) pasando por la presidencia de su partido, la Jefatura de Gobierno, el desafuero y las tres campañas presidenciales que le siguieron, no las tiene ni Obama. Nadie, ni entre sus más adelantados discípulos, menos aún en la derecha que resiste, puede presumir de capital político similar.
En lugar de desaparecer, y con ello debilitar al Estado, la agencia Notimex podría ser transformada en un potente medio digital centrado en el día a día. Si, al mismo tiempo, se fortaleciera el Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano (SPR) y se constituyera en los hechos la cuarta cadena nacional de televisión, se crearía capacidad efectiva para contrarrestar al aparato mediático privado, que obedece a fines incompatibles con los fines del Estado. Es lamentable, por ejemplo, que durante el período crítico del Gran Encierro de 2020-21, el programa “Aprende en Casa” de la SEP se haya apoyado en la televisión privada en lugar de fortalecer la red de televisoras públicas.
Por lo que toca al INAI, cuyo nombre actual es Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, y que opera desde 2003, ha entrado en la inoperancia por la omisión del Senado en el nombramiento de algunos comisionados, y se ha planteado ya, en esa misma cámara, un proyecto de ley para extinguirlo y trasladar sus funciones a la Secretaría de la Función Pública o a la Auditoría Superior de la Federación. Sin duda, el INAI debe ser reformado porque ha resultado ineficaz y su aparato burocrático es muy abultado y costoso, pero su función sigue siendo capital para la democracia y no puede quedar en manos del Poder Legislativo y, menos aún, del Ejecutivo.